Proceso y descripción
Luis Fernando Tobon, psicólogo
El mecanismo del estrés es un mecanismo natural en los seres vivos. Es una respuesta sana del organismo a una situación determinada que requiere una acción de defensa ante un peligro (huida o lucha). El organismo tiene todos los componentes para reaccionar en caso de necesidad y de manera proporcionada a cualquier situación estresante.
El problema comienza cuando este mecanismo se desajusta y la disproporción de la respuesta se instala en la vida.
Lo que normalmente representa un mecanismo de supervivencia, se convierte en una amalgama de fenómenos desordenados y caóticos dentro del organismo, afectando los diferentes niveles: pensamientos negativos o angustiantes, una tensión física inapropiada que incluso puede causar dolores, sistemas fisiológicos bloqueados (digestión, peristaltismo, respiración agitada, etc.), un sentimiento de miedo y desorientación que puede llegar hasta la depresión, una postura de repliegue ante un peligro indefinido y, como consecuencia, insuperable, etc...
Lo que hay que entender es que un estrés excesivo resulta de la secreción excesiva de hormonas que se liberan en el organismo frente a una situación que genera preocupación. Esta liberación de cortisol y adrenalina es normal y natural, y forma parte del mecanismo de defensa.
El problema radica cuando la cantidad de secreción es desmesurada en relación con el peligro. Es en ese momento cuando comienza el desorden y el caos se instala en la totalidad de la persona.
A fuerza de la repetición de este esquema, la falta de información, según estudios científicos, el 85% de las personas no saben cómo funciona el mecanismo del estrés, y debido a un entorno poco seguro, el organismo se acostumbra a dar una respuesta rápida y el sistema de alerta se mantiene activo de manera continua.
Existe la posibilidad de gestionar, prevenir y regular el estrés gracias al sistema de auto-regulación que poseemos todos.
Para ello, es necesario entrar en un proceso de observación de uno mismo para poder identificar las señales internas que nos informarán sobre el estado de nuestro cuerpo pero también de nuestros pensamientos.
Gracias a los sistemas de regulación como la respiración, la voz, la postura y el tono muscular, podemos sentir por nosotros mismos si nuestro mecanismo de alerta es proporcional a una situación muy específica.
Y en el caso de que nos encontremos demasiado en alerta en relación con una situación que no lo requiere, podremos adaptarnos de manera equilibrada.
Para lograr esto, es indispensable establecer una relación con nosotros mismos que permita observar y reconocer nuestro estado general en todas las diferentes funciones en un momento preciso.
Sin esta capacidad de observación, somos víctimas de un sistema que funciona en modo automático y que no nos permite una auto-regulación adecuada.
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